domingo, 2 de mayo de 2010

El espectador

Quise apagar la vela con los dedos: no lo logré pero no me quemé. El pájaro asomado al borde de la casa sigue ahí, atento, cazando.

Segundo intento: la vela apagada, los dedos un poco chamuscados -nada irreparable-

El pájaro ya no importa, después de todo el perro está en el patio y si el ave se atreviese a bajar sería deshecha entre sus fauces.

Alegría de medio día.

Con el pájaro destrozado y el perro insatisfecho por tan mínimo bocadillo el espectador se quedará solo, al fondo del abismo, como deseando.

No se ha librado una batalla, se ha presenciado una simple comida. El perro no está orgulloso: nunca consideró al pájaro un rival.

Las rivalidades sólo existen entre algunos humanos. El perro mató al pájaro por hastío, porque todos se cansan de ser observados sin razón.